Día de la Felicidad: la paradoja en América Latina: ¿Por qué somos felices? - IEXE Universidad

Día de la Felicidad: la paradoja en América Latina: ¿Por qué somos felices?

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Por Expost

Redactor en EXPOST

icono de calendario20/03/2025 5 min de lectura
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La felicidad ha sido estudiada de muchas maneras. Muchos filósofos y psicólogos han intentado definirla o teorizarla. Para Aristóteles, la felicidad (eudaimonía) es el estado más elevado del ser humano, el cual es alcanzado mediante la autorrealización. Para él, la felicidad no es sólo una acumulación de placeres momentáneos: es una forma de vivir e implica equilibrio, la práctica de la virtud y propósito.

En tiempos más recientes, también Martin Seligman (2002), uno de los principales exponentes de la psicología positiva, concibió a la felicidad como una combinación de tres factores: 1) emoción positiva, el goce y la satisfacción que experimentamos en el día a día, 2) compromiso, la conexión emocional y psicológica con las actividades cotidianas y 3) significado, es decir, la sensación de que la vida tiene un fin o una razón de ser. En este sentido, Seligman sólo coincide con Aristóteles en el último factor.

Estas definiciones, junto con otras que abordaremos más adelante, nos ayudarán a comprender por qué en América Latina hay altos índices de felicidad a pesar de que las condiciones materiales no son las ideales.

Felicidad y relaciones sociales

John Bowlby (1988), en su teoría del apego, explica que las relaciones humanas son indispensables para el bienestar emocional. El apoyo social y los vínculos emocionales seguros afectan positivamente la autoestima, ayudando a manejar mejor el estrés y las emociones negativas.

Robert Putnam (2000), en Bowling Alone, señala que las comunidades con altos niveles de capital social —confianza, cooperación y relaciones personales sólidas— tienden a ser más resilientes y a experimentar mayores niveles de bienestar.

El papel de las emociones negativas en la felicidad

Alejandro Cencerrado (2022), en En defensa de la infelicidad, considera que la felicidad es la capacidad de gestionar las emociones negativas, no en la ausencia de estas. La tristeza, la soledad o la frustración tienen una función adaptativa, esto es, nos ayudan, por ejemplo, a reconocer relaciones tóxicas, a identificar riesgos y a hacernos más fuertes emocionalmente. Esto armoniza con la teoría de Carl Jung sobre la integración de la sombra, la cual plantea que la aceptación de las emociones negativas es cardinal para alcanzar una vida equilibrada y plena.

Por otro lado, Daniel Kahneman (2011), en Thinking, Fast and Slow, distingue dos tipos de felicidad: la vivida, que es la experiencia emocional directa de la felicidad en el momento presente, y la recordada, que es la evaluación retrospectiva de lo que hemos experimentado. Bajo esta idea, en Latinoamérica, la felicidad podría estar más vinculada a la felicidad vivida, impulsada por la conexión social y el apoyo emocional, que a una evaluación racional de las condiciones económicas o materiales.

La paradoja de la riqueza y la felicidad

Richard Easterlin (1974) formuló la Paradoja de Easterlin, que sostiene que el aumento de ingresos sólo mejora la felicidad hasta cierto punto. Una vez que las necesidades básicas están cubiertas, el dinero adicional ya no incrementa en gran medida el bienestar. Sí, ¡claro! Digámosle esto a Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Larry Ellison. No obstante, esto también podría explicar por qué países latinoamericanos, con niveles de ingreso relativamente bajos, registran niveles de felicidad superiores a los de países más ricos.

¿Qué nos dice el caso de América Latina?

La felicidad en América Latina es una paradoja que desafía las expectativas. A pesar de las dificultades económicas, la desigualdad y la inestabilidad política, los latinoamericanos reportan niveles de felicidad sorprendentemente altos. Esta aparente contradicción puede validar la frase “el dinero no compra la felicidad”, ya que esta no siempre depende de lo que tenemos.

De acuerdo con Alejandro Cencerrado, físico y experto en estadística del Instituto de Investigación de la Felicidad de Copenhague, los índices de felicidad en América Latina son mucho más altos de lo que sería estadísticamente normal, dada la riqueza de los países. Mientras que en otras partes del mundo la felicidad parece estar estrechamente ligada al nivel de ingresos o a la seguridad material, en nuestra región el motor del bienestar parece estar en la calidez de las relaciones humanas y en el sentido de comunidad.

Sí, la vida en América Latina está marcada por la cercanía familiar, la solidaridad y las redes de apoyo social. Las reuniones familiares, las conversaciones con los vecinos y el sentido de pertenencia crean una red emocional que actúa como un refugio frente a las dificultades. Incluso cuando las instituciones son frágiles y las oportunidades económicas limitadas, las relaciones personales parecen llenar ese vacío y brindar un sentimiento de estabilidad emocional.

Sin embargo, esta fortaleza social también tiene su lado complejo. La cercanía en las relaciones puede abrir la puerta a dinámicas de favoritismo y corrupción, afectando el desarrollo institucional y económico. Aun así, el respaldo emocional que ofrecen las relaciones personales parece pesar más que estas limitaciones estructurales en la percepción general de felicidad.

En contraste, en los países nórdicos —que suelen liderar las listas de felicidad— la situación es muy diferente. Allí, las relaciones personales son más frías y distantes, pero las instituciones sólidas y un estado de bienestar fuerte garantizan seguridad y estabilidad. En América Latina, en cambio, las relaciones personales ocupan el espacio que las instituciones no pueden llenar, proporcionando apoyo emocional y una sensación de bienestar que trasciende las circunstancias materiales.

Día de la Felicidad
Los índices de felicidad en América Latina sugieren que el valor de las relaciones humanas podría ser insustituible. ¿Recuerdan Intensamente? En la primera entrega, Alegría descubre que la tristeza es una oportunidad para conectar y recibir apoyo, en lugar de un obstáculo. La vida está llena de altibajos, pero contar con una red de apoyo emocional, una conversación sincera o un abrazo oportuno puede ayudar a no sentirnos perdidos o encontrar el camino. Evidentemente, en aquellos países con los índices de felicidad más bajos —principalmente en África, Asia y Medio Oriente—, como enfrentan pobreza, inseguridad y falta de servicios básicos, estas redes de apoyo y bienestar son difíciles de construir. Así que esto también suma a la hipótesis que predomina en esta entrada de blog: la felicidad, además de las condiciones materiales, también depende del entorno social y emocional.

Referencias

Aristóteles. (2004). Ética a Nicómaco (W. F. R. Hardie, Trad.). Alianza Editorial. (Obra original escrita en el siglo IV a.C.)

Bowlby, J. (1988). A secure base: Parent-child attachment and healthy human development. Basic Books.

Kahneman, D. (2011). Thinking, fast and slow. Farrar, Straus and Giroux.

Putnam, R. D. (2000). Bowling alone: The collapse and revival of American community. Simon & Schuster.

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