En After Dark, de Haruki Murakami, Takahashi, uno de los protagonistas de la historia, le platica a Mari Asai por qué le atrae tanto el derecho. Él le cuenta sobre su experiencia al ser espectador de juicios, como parte del seminario de una asignatura. Particularmente, hubo uno que lo dejó marcado.
Un hombre había matado a hachazos a un matrimonio de la tercera edad y, para destruir las pruebas, prendió fuego a la casa, sin embargo, por el fuerte viento, las llamas quemaron cuatro casas más. Fue condenado a muerte por el crimen; no había manera de que el juicio concluyera de otra forma. Además, el tipo tenía antecedentes de violencia y era drogadicto, es decir, era una “paria” para la sociedad.
Takahashi habla sobre el impacto que causó dicho caso en él. A pesar de que no había duda sobre el destino del acusado, sintió una profunda pena: el criminal había sido engullido por el sistema judicial. Desde entonces, Takahashi comenzó a concebir al aparato de justicia como un “ser vivo especial, extraño”, como un pulpo que atrapa con sus gigantescos tentáculos. Esta misma visión es la que le permitió al “Abogado del Diablo” mexicano mantenerse invicto por 52 años.
Juan Velásquez recibió este epíteto porque defendió a personalidades “malvadas” de la esfera política y otros ámbitos. Durante todo el tiempo de ejercicio profesional, nunca perdió un juicio. En una entrevista brindada, en 2022, a la revista Abogacía, se definió así mismo como “un defensor de las personas privadas de su libertad”; nunca ejerció como abogado acusador o fiscal. Su padre fue Víctor Velásquez, también abogado defensor, quien litigó en la primera mitad del siglo XX en México, en los jurados populares.
El caso más famoso de Velásquez fue la defensa del expresidente Luis Echeverría, quien enfrentó cargos de genocidio por su responsabilidad en la matanza de Tlatelolco ocurrida el 2 de octubre de 1968. Aunque Echeverría fue el primer exmandatario mexicano en ser procesado, Velásquez logró que su cliente evitara la cárcel y cumpliera arresto domiciliario, ganando un amparo que finalmente lo absolvió. Este caso consolidó la reputación de Velásquez como un abogado capaz de enfrentar los casos más difíciles.
Velásquez también defendió al expresidente José López Portillo, quien fue acusado de peculado (desvío de recursos públicos) en los años 90. Aunque López Portillo enfrentaba serias denuncias, Velásquez sostuvo que su cliente nunca acumuló riqueza. Además de ser su abogado, actuó como tutor y albacea de los hijos del expresidente después de su muerte en 2004. Este caso evidenció su lealtad hacia sus clientes, incluso en asuntos familiares y personales.
Velásquez también estuvo involucrado en la defensa de la familia de Carlos Salinas de Gortari, otro expresidente mexicano. La familia Salinas ha sido blanco de múltiples acusaciones, desde corrupción hasta narcotráfico y homicidio. Aunque no se especifican los detalles de los casos que defendió, su apoyo legal fue clave para la familia en los momentos más controvertidos.
Juan Velásquez también representó a Diana Laura Riojas, viuda del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, tras su asesinato en 1994. En este caso, Velásquez fue uno de los responsables de que Mario Aburto Martínez, señalado como el asesino, fuera condenado a 45 años de prisión. En el juicio que tambaleó al país, reafirmó su capacidad para manejar temas de alto perfil y gran impacto social.
Velásquez defendió al cardenal Norberto Rivera, quien fue acusado de encubrir casos de abuso sexual por parte de sacerdotes en su arquidiócesis. Las denuncias apuntaban a que Rivera había ocultado hasta 15 casos de pederastia. Velásquez intervino para apoyar al cardenal en medio de este escándalo, destacando nuevamente su rol como abogado de personajes controvertidos.
Cuando a Juan Velásquez se le preguntó si no le remordía la conciencia defender a estas “personalidades”, dijo que no. Y siempre argumentó que sus victorias no eran resultado de la política, sino de que, en su defensa, siempre despuntaba el Derecho. De ahí que haya comenzado esta entrada hablando sobre la concepción de Takahashi – el personaje de After Dark – respecto del sistema de justicia.
El caso de Luis Echeverría estuvo envuelto en la política. Durante el proceso, Velásquez tuvo varios traspiés, como que la Suprema Corte de Justicia de la Nación pidió el enjuiciamiento del expresidente. En la Corte, quien era fiscal en ese tiempo declaró que nadie impediría que Echeverría fuera encarcelado; sin embargo, este nunca fue a prisión gracias al “Abogado del Diablo” y al sistema judicial con vida propia, ajeno a la política.
El pasado 22 de octubre falleció Juan Velásquez, quien nunca perdió un juicio, pero sí saboreó la derrota y aprendió de ella en los vaivenes de cada caso. Su vida profesional no sólo se quedó en los juzgados, ya que dio clases en su alma máter, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
¿Qué podemos aprender de su trayectoria? Juan Velásquez vivió y murió fiel a su visión del Derecho como un campo sin concesiones, donde incluso los acusados más controversiales tienen derecho a una defensa. Su legado, más allá de los juicios ganados, radica en la reflexión que deja sobre los límites y la ética de la profesión jurídica.
Ahora, volviendo un poco a Takahashi, el “Abogado del Diablo” nos recuerda que el sistema de justicia es un ser complejo, donde la verdad legal no siempre se alinea con la verdad moral. Tal vez, en este contraste, se encuentre el latido de la justicia, y el rol que desempeñan aquellos que, como Velásquez, eligen enfrentarse a sus sombras para defender lo indefendible. Tú, ¿qué opinas?
María Luisa Guzmán Vázquez
Redactor en EXPOSTFan from hell de The Office, Bowie y de los michis. Mamá de tiempo completo. Aspirante a escribir cuentos cortos y correr un maratón. Alguien me dijo que si fuera música sería post-punk.
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